viernes, 2 de enero de 2015

1 de enero de 2015

Querido diario, pensaba desearte un magnífico año nuevo pero, pues, a quién le importa. Sólo vengo por acá a contarte que todo sigue igual. Pensé que las cosas iban a ser muy diferentes desde que escribí la última entrada pero, como te podrás imaginar, nada ha cambiado. Te cuento, así como cuento aparte, que estoy escribiendo desde el celular y me parece que los párrafos son muy cortos. Acá, en la pantalla, se ve un párrafo de muchas oraciones pero me imagino que en la versión de escritorio sólo se verán unas dos o tres líneas.

Retomando el tema central de la entrada, no sé si me entristece o si me enoja (¿o alegra?) el hecho de que todo siga igual. Mi papá estaba tan ocupado que nunca llamó a la persona que me iba a dar trabajo. Por un lado me tranquiliza pero por otro lado es triste porque pareciera que por tanto trabajo se olvidara de lo que tiene que hacer. A veces no sé qué decirle porque gracias a todo ese trabajo que hace, es que a mí y a mi familia no nos hace falta nada.

Respecto a la universidad, te cuento que estoy oficialmente suspendido por un semestre. Me sentí mal cuando me enviaron mi reporte de notas. Me considero una persona bastante inteligente y ver notas tan mediocres me da tristeza. Sé que tengo potencial pero la pereza no me deja avanzar.

No sé si dejar esta entrada hasta acá o si escribir algún otro dato relevante. No creo que me vaya a dormir pronto. En el momento, estoy hablando con una persona que encontré en una aplicación que le instalé al celular hace poco. Escribí esta entrada porque pensé que le podría pedir el favor de que leyera mi blog. Me gustaría ver su reacción al darse cuenta que es de ella de quien estoy hablando. Espero que no se vaya a quedar dormida pronto. Y yo, como siempre, dejaré esto por acá y me retiraré lentamente.