sábado, 8 de febrero de 2014

7 de febrero de 2014

Querido diario, te cuento que no sé como me siento. Me siento feliz por cosas que han sucedido recientemente y me siento triste por situaciones que tenido en la semana y que no he podido superar. Te cuento que, en realidad, me siento feliz. En sí, feliz no es la palabra correcta pero es la única que se me ocurre ahora.

Hoy me siento feliz porque terminé de ver 500 days of Summer. El SoundTrack de la película me encantó y en general, la película me gustó. Estoy feliz también porque, finalmente alguien reconoció que tengo buena ortografía. Es algo que me llena de satisfacción y que me impulsa a seguir adelante.

También te cuento que en la universidad me ha ido bien, no tan bien como yo quisiera pero es mejor que nada. Hay materias en las cuales he tenido buen desempeño. Hay una, en donde me siento sabe-lo-todo porque siempre sé la respuesta a todas las preguntas que se hacen en clase y además, todos los ejercicios me quedan bien. Hay otra materia en la cual, siempre participo. En esta materia, siento que todos me tienen alguna clase de respeto porque, según me han dicho, estudio algo muy difícil y también porque soy el que más semestres lleva en la universidad. De cierta manera me siento bien porque es algo que no había sentido antes, el hecho de ser admirado por alguien más.

Te quiero contar también qué es lo que me tiene mal. Hace unos meses (como dos, a decir verdad) recibí un correo de alguien que pensé, no volvería a ver jamás. Intercambiamos un par de palabras y decidimos encontrarnos en la cafetería de la universidad para conocernos y charlar un poco. Ese día, a eso de las tres de la tarde, nos encontramos. Yo estaba ahí, en la cafetería mirando para todos lados. Ella me vio y vino hacia mí, supongo que me reconoció fácilmente; yo también la reconocí porque sabía que venía a donde yo me encontraba. Nos presentamos y comenzamos a charlar. A la mitad de la conversación, le pedí que me acompañara a mi casillero a recoger mi chaqueta porque me estaba muriendo del frío. Luego de eso, volvimos a la mesa donde estábamos antes y seguimos conversando. A final, al despedirnos, traté de pedirle su número de celular pero no pude porque me dijo que nos siguiéramos comunicando por el correo. No me pareció mala idea ya que ese era el único canal de comunicación que teníamos y además que es una persona muy reservada. Al llegar a mi casa más tarde ese día, le volví a escribir. Le comenté que me había gustado su compañía y que esperaba que nos volviéramos a ver pronto. Ya ha pasado casi una semana y no he recibido respuesta por parte de ella. No sé que fue lo que hice mal o si algo le molestó pero me siento mal porque pensé que podríamos llegar a ser buenos amigos.

A veces, me pregunto por qué me es tan difícil tener pareja, alguien a mi lado; alguien que esté conmigo y con quien pueda pasar un tiempo agradable; alguien a quien yo pueda ayudar y que sepa lo importante que es para mí. Quizá sea cuestión de tiempo, o lo que llaman el destino, no lo sé. Muchas veces me pongo a pensar acerca del tema y pienso que, de pronto, este no es el tiempo correcto pero si no es ahora, ¿entonces cuando?

Creo que hora de dejar esto hasta acá. Estoy que me muero del hambre, además mañana será sábado y quizá me despierte a medio día para luego arrepentirme por haber dormido tanto y no estudiar. Espero escribir más a menudo y retomar de nuevo el hábito de publicar cosas que a nadie le interesan.

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