lunes, 28 de julio de 2014

28 de julio de 2014

Querido diario, quería escribir una nueva entrada pero no sé sobre qué. Te cuento que hoy volví a entrar a la universidad. Mis clases fueron lo más normal del mundo y en una de ellas casi me quedo dormido. Es el colmo porque hasta ahora es el primer día; no quiero que la pereza me vuelva a ganar la batalla. Te cuento que en una de mis clases el profesor preguntó acerca de en qué éramos los mejores. Recuerdo que un man dijo que era bueno perdiendo el tiempo. En mi cabeza me reí porque, lamentablemente, yo le hubiera podido ganar por mucho.

Te cuento que en este momento no tengo nada más que hacer. Quisiera ponerme a ver una película o a ver una serie pero no puedo porque la ansiedad no me deja. A pesar de que no tengo ningún trabajo pendiente, no puedo dejar de sentir una gota de remordimiento. Tengo ansiedad y desespero también porque no me he decidido a volver a hablar con una persona con la que unas noches atrás tuve una buena conversación. La verdad es que me pareció muy interesante. Al final le pedí que saliera a almorzar conmigo y aceptó; el problema es que no cuadramos una fecha concreta. Me da pena escribirle porque me siento como un intenso. Sé que nunca antes habíamos hablado y que escribirle es perfectamente normal pero no puedo dejar de sentirme como un intenso.

A veces me pongo a pensar por qué seré tan tímido e inseguro. Cuando estamos en clase y se acerca mi turno de decir mi nombre y la carrera que estudio, me entra la tembladera y me empiezan a sudar las manos. Igual cuando estoy frente a la chica que me gusta, la lengua se me traba y las palabras salen cortadas.

Creo que por ahora dejaré esto así. Esta es una entrada rara porque no la estoy escribiendo a la madrugada. Miraré si puedo reunir el valor necesario para escribirle a esta persona y trataré de acostarme temprano. 

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