martes, 19 de abril de 2016

19 de abril de 2016 Parte III

Querido diario, ¿qué tal todo? ¿Cómo vas? Mira que he vuelto para finalizar lo que comencé. Esta vez te contaré sobre Natalia*. Te contaré cómo empezó todo y te contaré lo que ha sucedido hasta el día de hoy porque esta entrada la escribo el 13 de mayo y desde el 19 de abril han sucedido muchas cosas. Espero que no se me escape ningún detalle.

Como te había contado unas entradas atrás, a Natalia* la conocí en clase de cálculo vectorial. Desde el primer día de clases me fijé en ella. Es alta, más que yo; tiene buen cuerpo y tiene la forma de la cara que a mí me gusta. Fue inevitable no fijarme en ella e incluso recuerdo haberle dicho a Andrés*: "Parce, vea esa vieja. Aguanta resto". Pero bueno, el caso es que siempre la veía en la clase pero nunca hablábamos. Hasta que un día, no sé cómo ni por qué razón, empezamos a hablar. Ese mismo día le di mi número para que me escribiera por si tenía alguna duda de la clase o en algún ejercicio. Desde ese entonces nos empezamos a saludar y empezamos a vernos en los huecos; más para charlar que para estudiar. Ella poco a poco empezó a sacarme detalles muy íntimos de mi vida y también, poco a poco, me empezó a contar sus secretos.

Ya nos habíamos vuelto más cercanos y mientras hablábamos por Whatsapp le insinué que saliéramos a comer sushi. Ella inmediatamente entendió la indirecta y me dijo que sí, que saliéramos el viernes. Mientras yo esperaba a que llegara ese día sucedió algo que no tenía previsto; es acá cuando decidí escribir esta serie de entradas. El día anterior habíamos estado molestando y hablando de varias cosas. Entre todo eso que hablamos, me empezó a preguntar y a cuestionar acerca de mi timidez. En ese momento no me importó mucho pero el problema fue que seguí pensando en ese tema y, de tanto pensar, me fui llenando de dudas, de ira. No sabía que hacer, me sentía perdido y con enojo porque pensaba que la timidez era un tema que ya tenía "bajo control". En mi desconcierto, le escribí a Natalia* en modo de reclamo porque ella era la que había desatado todo. A la final de todo, las cosas se calmaron y la entrada no la finalicé por estar hablando con ella.

Ya cuando llegó el día de la salida, el 22, todo estaba normal. Era cómo si nada hubiera pasado. Ese día salimos de la universidad a las 5:30 de la tarde y mientras esperábamos el transporte me presentó a la mejor amiga. A pesar de que estaban hablando en clave entre ellas, me di cuenta de que hablaban de mí. Luego de eso, llegamos al restaurante y ahí también seguimos hablando de banalidades hasta que empezó a contarme algo con lo cual me quedé sin palabras. Natalia* empezó a contarme que le había hablado mucho de mí a la mejor amiga y me contó lo que le había dicho a ella. Eso que le dijo era que yo había llegado como por arte de magia, como caído del cielo, que era alguien enviado para solucionar sus problemas. Y pues claro, yo estaba muy confundido. En ese momento pasaban muchas cosas por mi mente porque nunca me imaginé que me fuera a decir eso. Yo iba con la intención de decirle que me atraía mucho la forma de ser de ella y que quería tener algo con ella pero no me imaginé que sucediera eso. Mientras yo trataba de procesar la nueva información, me dijo que quería que lo de nosotros llegara más allá del tema académico. Esa fue la estocada final, no sabía qué decir ni cómo actuar. No me salían las palabras, literalmente estaba mudo. Lo único que pude hacer fue reunir valor y decirle lo mucho que pensaba en ella y lo mucho que me encantaba su forma de ser. Supongo que fue incómodo para ella porque yo no podía articular bien las palabras y porque en ese momento el mesero y la comida nos interrumpieron. Mientras comíamos no tocamos ese tema pero lo retomamos apenas salimos del restaurante. Al final de todo no sucedió mucho y quedamos como buenos amigos, de esos que no importa lo que pase, siempre se tienen el uno al otro.

Al principio no me importó mucho quedar otra vez como amigo pero con el pasar de los días me empezó a molestar porque siempre ha sido la misma cosa con casi todas las mujeres. Siempre quedo como el amigo y pues qué mamera no poder tener algo más allá de eso. No sé qué hacer para que me dé una oportunidad. Sé que le importo, de una u otra manera, y sé que siente algo por mí pero no sé qué más hacer.

Sé también que quiero ayudarla. Natalia* está pasando por una situación parecida por la que yo pasé antes de cambiarme de universidad y no quiero que cometa los mismos errores que cometí yo. Natalia* va muy mal con sus materias y, a pesar que estar en 8vo semestre, hasta ahora está viendo materias de 3ro y 4to. Me he ofrecido a explicarle lo que sea o a ayudarle en cualquier trabajo que tenga pero es una situación complicada, ella ya entró en esa fase de resignación en la cual no le importa si pasa o pierde. Me he dado cuenta que los dos somos muy parecidos. Cuando yo entré en esa etapa de resignación me molestaba que la gente se preocupara por mí porque eso era problema mío y sólo mío, y a ella le pasa eso mismo. No quiero volverme intenso con el tema de la ayuda porque no quiero perderla pero ¿sabes? ¡ya sé qué hacer! Tengo que hacerle saber, a cada momento y de manera constante, que cuenta conmigo para cualquier cosa. Quizás no sea mucho pero es algo, que ella sepa que no está sola.

Y pues sí, eso es casi todo. Ha pasado ya tanto tiempo desde el 19, casi un mes, que no sé qué más escribir. Últimamente siento que Natalia* se ha distanciado un poco de mí a pesar de que seguimos hablando todos los días y nos vemos en los huecos que tenemos en la universidad. Quizás es porque se está aburriendo de mi inseguridad, o quizás por lo que te acabo de contar, de pronto estoy muy intenso. Voy a ver cómo continúa esta situación. En próximas entradas te seguiré contando lo que pase.

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